martes, 3 de mayo de 2016

Relato: Iniciando el camino- Viviana Collomb

La mañana comenzaba como cualquier otro día, pero no era un día más. Esa madrugada de febrero marcaba mi inicio en el Nivel Secundario. Como maestra de Primaria estaba acostumbrada a reuniones institucionales, encuentro con padres, trato con directivos, pero sabía que esta vez sería todo diferente. Llegué a la escuela, la misma donde había cursado mis estudios, con el cuerpo temblando de anticipación. Caminé por los pasillos, tan conocidos y a la vez tan extraños, e ingresé al aula. Los chicos que estaban allí, inmediatamente dirigieron su mirada escrutadora hacia mí y cesaron las conversaciones. El frío recorría mi espalda mientras me dirigía como flotando al escritorio. Giré hacia los alumnos y vi en sus ojos reflejada una sensación que parecía similar a la mía. La situación era de evaluación; debía tomarles el examen de febrero teniendo como base los pocos datos extraídos del programa. No hubo charlas con otros profesores, no hubo una guía; solo ellos y yo, y un frío programa de examen. Después de entregar las consignas comencé a recorrer los bancos para responder cualquier interrogante y me encontré con un tímido cuestionamiento sobre lo que no había sido dado el año anterior. Ante este primer reclamo, la AVALANCHA posterior es imaginable. Siempre me llamó la atención esa actitud de los estudiantes de esperar a que un compañero exprese una queja para arremeter con las propias. Realmente no sabía qué hacer. Por un lado, no era justo evaluar temas no dados por el anterior profesor. La duda surgía por el hecho de que los temas que los alumnos reclamaban estaban en el programa de examen. Sé que muchos docentes damos por sabidos algunos temas que solo hemos nombrado ante la exigencia de terminar una planificación. La consigna es dar todo, sin prestar atención a si hay un verdadero aprendizaje. Pero también sé que los alumnos siempre niegan haber trabajado ciertos contenidos. No quería ser injusta con los estudiantes pero tampoco quería que manejen a su antojo lo que les tenía que tomar, así que opté por una opción intermedia que consistió en evaluar con mucha profundidad los temas que reconocían haber trabajado. Algunos alumnos aprobaron, otros desaprobaron. Me fui de allí con un sentimiento amargo. Aprendí, porque los docentes somos quienes más aprendemos, que la improvisación, la falta de responsabilidad, el aparentar son mucho más importantes para algunos profesores que el hecho que sus alumnos aprendan realmente y que puedan seguir su trayectoria. En ese tiempo, la escuela secundaria aún no era obligatoria. Siempre me quedó la duda, ¿y si alguno de los alumnos desaprobados decidió abandonar la escuela ante la repitencia?, ¿por qué ese profesor no se tomó unos minutos para hablar con sus suplente, aunque sea telefónicamente, para no perjudicar a sus alumnos?, ¿qué podría haber hecho diferente?

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